“Querer es poder”: El entrenador minusválido que forma a nuevas generaciones de baloncesto
El jugador de baloncesto, Edgardo Hernández, quedó inválido tras recibir un disparo que le destrozó una vértebra lumbar. Ahora también es entrenador y enseña la disciplina a los pequeños desde una silla de ruedas.
Para Edgardo Hernández, entrenador minusválido de baloncesto, no hay imposibles. La fortaleza de su voluntad trasciende no poder caminar para enseñar a los niños en un deporte donde las piernas son herramienta vital.
Él supo suplir esa falencia con fe demostrando una vez más que “cuando se quiere, se puede” y dirige técnicamente desde una silla de ruedas.
Hernández es entrenador de básquet en el club Altamira de la parroquia Raúl Leoni, donde enseña a niños y jóvenes los fundamentos de esta disciplina.
Fue un exitoso basquebolista convencional que representó al estado, incluso, en campeonatos nacionales desde la categoría infantil hasta los 24 años, cuando quedó inválido por la bala que le atravesó una vértebra lumbar durante un atraco para quitarle el teléfono.
Otro proyectil le perforó el brazo derecho y milagrosamente salvó su vida, pero quedó paralítico por el resto de su vida. “Cristo me sanó y me ayudó a sobrellevar esta vida en silla de ruedas. Todo lo puedo en Él”, exclama con una marcada sonrisa.
El impedimento físico no le quitó su amor por el baloncesto y volvió a las canchas, ahora como jugador en silla de ruedas, formando parte del combinado regional.
“Cuando se quiere se puede”, es su consigna ante la adversidad y “todo lo puedo en Cristo”, dice.
Su rol de jugador lo compartía con el de entrenador, desde hace cinco años, hasta que llegó la pandemia por el coronavirus y, a sus 39, está dedicado de lleno a la enseñanza de los niños.
“Cuando se normalice la situación y pueda conseguir una silla de ruedas adaptada a mi tipo de lesión, que cuesta por el orden de los 1.500 dólares, volveré a mi equipo de básquet, pero a la vez, continuaré con el trabajo de técnico”, asegura.
Nada fácil
La recuperación y rehabilitación fue tan dura como el trauma de quedar inválido luego de una vida de deportista activo. “Eran unos dolores insoportables y un pesar infinito verme en esa situación, pero tuve mucho apoyo de todos, sobre todo de mis padres”, apunta Hernández.
“Poco a poco fui encontrando a Dios y su palabra me fortaleció mucho. Yo me quedaba dormido diciendo ‘todo lo puedo en Cristo que me fortalece todos los días”, subraya.
También sus compañeros en el baloncesto han sido pilar fundamental para seguir la lucha. “Cristian, Yuber, Elvis y mis alumnos, todos han sido motivadores para no rendirme y continuar”, agrega.
Enseñar a los niños, ver lo que son capaces de lograr, ganar un juego y sentir su alegría ha sido otra medicina para recuperarse y mantenerse activo.
Cada día procura mejorar lo que hace. Revisa y repasa las lecciones, escucha talleres, cursos de nivelación y está constantemente actualizándose en materia del deporte de las alturas.
Todavía sigue educándose en esta especialidad y espera pronto saborear las mieles del triunfo en campeonatos de rango estatal o nacional. Entre tanto se conforma con enseñar y aprender mientras enseña.
“Todos mis compañeros están apoyándome. Se esmeran en verme progresar y no pierden oportunidad de refrescarme conocimientos cuando me equivoco. Eso ayuda mucho”, acota.
Luis Bravo
Fotos: Luis Bravo