Ruinas del estadio Tomás Morillo, peligro para los fanáticos y ejemplo de desidia oficial en San Francisco
En más de una década la instalación no ha recibido ningún mantenimiento, aun así es emporio de softbol femenino
La tenacidad del zuliano, en este caso de las zulianas, es capaz de sobrellevar su tolerancia al máximo nivel con tal de lograr lo que se propone.
Las chicas de softbol que hacen vida en el estadio Tomás Morillo de Sierra Maestra, en San Francisco, son el más vivo ejemplo de ello.
Equipos de más de 10 clubes de softbol femenino de Maracaibo, San Francisco y de la Costa Oriental del Lago desarrollan torneos de softbol todo el año, literalmente, sobre los escombros de lo que una vez fue una instalación deportiva.

Que las autoridades llamen a este espacio «estadio», es como insultar a uno de los deportes más populares en nuestro medio, incluso, hasta pudiera catalogarse de ofensivo para las mujeres que, con tanto esfuerzo, protagonizan los encuentros domicales que lo mantienen activo, aun sin cumplir con las mínimas condiciones de funcionamiento.
Ver a los jóvenes jugando en cualquier terreno improvisado, en una calle o en el patio de una casa es algo común y tradicional en Maracaibo, pero que el softbol femenino organizado en clubes lo haga en estas condiciones raya en la precariedad, incluso, hasta en lo inhumano.

Y no lo hacen porque les guste mucho de este modo, sino porque es lo que les ofrece la municipalidad para jugar.
La humillación no es solo para las jugadoras, personal técnico y de logística, sino también, y especialmente, para la fanaticada, que acude en familia con adultos mayores y niños a disfrutar del espectáculo todos los fines de semana poniendo en riesgo su integridad física.
Sandibell Borjas, lanzadora de uno de los equipos que cada domingo lleva emoción a este escenario, expone que fue testigo de la caída de un fanático de las estructuras que alguna vez fueron las tribunas.

«Esa señora se cayó y se fracturó la pierna, sufrió lesiones en la rodilla y todavía está convaleciente: Verdaderamente este no es un espacio acorde para jugar, pero es lo que tenemos», dijo.
No hay un solo rincón de esta instalación apto para ser utilizada. La inspección técnica de cualquier organismo oficial que evalúe su disponibilidad para albergar un espectáculo público con asistencia masiva de fanáticos, la dejaría clausurada de inmediato.
No queda nada bueno
Lo más ruinoso a simple vista son las tribunas. Lo que queda son verdaderos esqueletos de hierro carcomido por los elementos de la intemperie dando la impresión de que están a punto de venirse abajo en cualquier momento cediendo a su propio peso.
Representan además un peligro para los usuarios quienes, a pesar de su estado, las siguen utilizando porque no les queda otra alternativa.

La cerca, lejos de dar protección, más bien representa un serio peligro para las jugadoras. En muchas partes, como en el back stop, desapareció y los tramos que quedan son amasijos de alambre con amenazantes extremos puntiagudos.
Jenny Boscán, arbitro y manager del equipo Sureñas, mostró su preocupación por el estado de la instalación, pero más le inquieta que ningún organismo preste atención al pedido de ayuda que tantas veces han hecho durante muchos años.

«Nosotras venimos con niños, personas adultas y aquí no cuentan con ninguna comodidad ni protección para disfrutar de los juegos. Tenemos más de 15 años pidiendo y esperando que le hagan algo. Hoy volvemos a reiterar el llamado de auxilio a las autoridades del municipio o de la gobernación del Zulia», expuso.
Aparte del desastre en estas áreas, tampoco hay servicios públicos básicos como agua o electricidad y mucho menos baños aptos. Jugadoras y visitantes tienen que hacer sus necesidades en unos cuartuchos malolientes con años de suciedad acumulados en sus paredes.
Los trabajadores del parque hacen grandes esfuerzos por mantenerlo funcionando con el mínimo de condiciones. Lo que genera la autogestión apenas alcanza para gastos menores como mantenimiento de terreno, pero nunca para darle al menos un retoque a parte de estas ruinas.
Toca a la municipalidad, al gobierno regional o a la empresa privada encargarse de acometer semejante inversión para devolverle al estadio Tomás Morillo de San Francisco el esplendor que una vez tuvo hace más de 30 años.
Luis Bravo
Foto: Luis Bravo